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Columna egresados: Domingo Errázuriz

12 agosto, 2020


Por Domingo Errázuriz Domeyko. Ingeniero Comercial UC generación 2008. Actualmente Gerente de Comunicaciones y Marketing de la Protectora de la Infancia, una corporación sin fines de lucro con 125 años de trayectoria, dedicada a la educación y acogida de niños y jóvenes en situación de vulnerabilidad, en 8 regiones de Chile. 

Desde siempre, la sociedad chilena se ha caracterizado por su iniciativa, resiliencia y capacidad de organización, ante las adversidades. Hoy nos ha sorprendido una pandemia, y su erradicación estará condicionada por nuestra capacidad de trabajar colaborativamente en la búsqueda de soluciones innovadoras y eficaces para sortear sus efectos negativos en nuestra sociedad. 

La sociedad civil actúa para tomar decisiones en el ámbito público, sin ser parte de la estructura gubernamental, aunque pueden recibir recursos de parte del Estado. En Chile estas organizaciones generan 310.000 empleos (3,7% de la fuerza laboral), y aportan un 2,1% del PIB. Su importancia radica en acompañar y apoyar a comunidades locales, con relativa rapidez y flexibilidad, en lugares en los que el Estado ni el mercado, han logrado dar rápida respuesta a las necesidades. 

Desde que egresé como Ingeniero Comercial, he estado trabajando en la Protectora de la Infancia, corporación sin fines de lucro de centenaria tradición. La formación que recibí en la Facultad, como también en las facultades de Historia, Letras y Ciencia Política en cursos optativos, me dieron una base que explican mi accionar hasta el día de hoy. Ser consciente de los procesos históricos y tomar aprendizajes de éstos me ha permitido innovar en gestión, resguardando la consistencia con el propósito institucional que nace, junto a la fundación, en 1894. 

Trabajar en La Protectora, una de las 319 mil organizaciones de la sociedad civil existentes en Chile me ha permitido ser testigo de la importancia del servicio educativo y social entregado a 10.000 niños, niñas y jóvenes, y que se ha mantenido sin interrupción, a lo largo del tiempo. Así como La Protectora, son miles las organizaciones comunitarias, fundaciones y corporaciones, que han sido claves en este tiempo de incertidumbre acompañando a las comunidades que benefician. 

El despliegue territorial y el conocimiento de las comunidades, permite dar respuesta rápida a necesidades que se identifican, con la ayuda de las redes. En La Protectora, por ejemplo, debimos impulsar campañas de computadores “Todos Conectados”, para que los estudiantes de los colegios no vieran retrasados sus procesos académicos, recibiendo valiosas donaciones de empresas y personas naturales; y frente a la realidad del hambre por las prolongadas cuarentenas, nos aliamos con una iniciativa de la sociedad civil llamada “Familias Entrelazadas”, logrando asegurar alimentación por 3 meses para 269 familias, con la ayuda de más de 1.000 donantes. Otras iniciativas de la sociedad civil destacadas han sido las ollas comunes, y las múltiples iniciativas que se han mantenido a pesar de las dificultades, con foco en educación, cultura, adulto mayor, deporte, entre tantas otras. 

Desafortunadamente, la pandemia ha vuelto a poner la alerta sobre la precaria sostenibilidad financiera de muchas de estas organizaciones. De acuerdo a los datos levantados en un estudio sobre los efectos del COVID19 en organizaciones de la sociedad civil, realizado por la Fundación PwC, Fundación Lealtad y la Comunidad de Organizaciones Solidarias, un 88% de las organizaciones cree que percibirá menos ingresos en el año; el 63,5% no cuenta con el flujo de caja para satisfacer las necesidades del año; y el 38,7% estima que deberá cerrar programas. 

Ya sea con fondos públicos o privados, fortalecer el rol social y económico de las organizaciones de la sociedad civil, permitirá que podamos seguir fortaleciendo el tejido social, tan necesario para recomponer confianzas en la sociedad. El estallido social de octubre del año pasado, y los efectos de esta crisis sanitaria han sido alertas a las que debemos responder, con acciones concretas y articuladas. 

Es urgente que se sigan estableciendo alianzas entre empresas y personas, con organizaciones de la sociedad civil, con propósitos compartidos y con mirada de largo plazo, de tal manera que permitan abordar colaborativamente los desafíos sociales y económicos a los que nos sigamos enfrentando en el futuro. Compartir conocimientos y talento es tan importante, a través de asesorías o voluntariados, como los recursos financieros que permitan darle sustentabilidad a proyectos que intentan aportar al bien común, y a la construcción de un país más unido, solidario y fraterno entre sus ciudadanos. 

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